Anotación del día

Texto referido a La Tardecita de Juan José Saer

Cenamos hace un rato, la luz del patio ya no se ve por debajo de la puerta del cuarto y el Horacio duerme. Recién ahora, en el silencio de la noche, puedo sentarme a pensar en lo sucedido y escribir un poco.
xxxxxxx Ayer no escribí nada, y tenía tantas cosas que hacer que preferí dejar para hoy un resumen de las dos jornadas, la de ayer y la de hoy. Y mientras estoy en eso pienso que esto de llevar un diario no es para mí.
xxxxxxx Resolví hacerlo hace un par de semanas, y ahora que lo leo me doy cuenta que no hay nada interesante que decir en la vida de un loco como yo. O no es esto lo que debería hacer. No tengo ganas de llevar día a día un recuento de los hechos que me ocurren. Resulta muy aburrido. De lo que sí tengo ganas es de anotar cosas extrañas como la de hoy, que pasan como pasó la de hoy, cuando veníamos por el camino.
xxxxxxx Mientras caminábamos por el barrial me di cuenta de que al Horacio algo le estaba pasando. Es un loco muy conversador, vive comentando todo lo que ve y lo que se imagina. A veces es muy divertido pero cuando uno va con la cabeza llena de sus cosas, puede llegar a molestar, y mucho. Caminábamos medio deslumbrados por el solazo que se hundía enfrente de nosotros, y entonces empecé a notar que la cháchara del Horacio había ido frenándose despacito, tan despacito que a esas alturas el loco no hablaba y yo no me había dado cuenta de cuándo fue que había parado con la charla que traía. Lo miré de reojo, para ver si iba de cara enojada por mi falta de interés, o si se sentía mal, o alguna cosa que pudiera adivinar por mirarlo solamente. Y vi que estaba asustado.
xxxxxxx Entonces empecé a prestar atención a lo que nos rodeaba, mirando lo que teníamos a los costados; también me di vuelta, por las dudas, para ver si había algo atrás que pudiera haberlo hecho callar. No quise preguntarle. Sabía que no me hubiera dicho nada, porque siempre me río cuando tiene miedo. Pero hoy era distinto. Estaba como ahogado, como si fuera a llorar en cualquier momento pero sin tener las lágrimas ahí.
xxxxxxx Oía su respiración entrecortada por el paso desparejo esquivando los charcos, medio como buscando qué hacer con los ojos, para dónde mirar. Justo llegábamos al cementerio y pensé que podía ser eso. Eso y la noche viniéndose encima de nosotros.
xxxxxxx Pienso que era miedo, qué otra cosa podía ser. Pero de qué, me pregunto, si por ahí hemos pasado mil veces. Quizás vio algo que yo no vi o descubrió quién sabe qué, y no se animó a contármelo.
xxxxxxx Cuando me decidí a pedirle que me lo dijera oí la bocina de la liebre. Por suerte, porque ya estaba espeso el ambiente, así que simplemente le di un manotón en la mollera, para que no sospechara que, por su culpa, me estaba asustando yo también. Lo que quiero anotar acá es, justamente, esa cosa rara que me pasó a mí, que me asustó el Horacio con su miedo, y el misterio de lo que le pasó al Horacio, que se consiguió un miedo para él solo y lo compartió, sin saberlo, conmigo.

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