Hoy pensaba que... (I)




El aburrimiento -o, según el caso, la monotonía– todo lo puede. Una buena dosis de uno u otra, aplicada convenientemente, tuercen la conciencia más recta.

No hay sueño más profundo que aquel que nos invade cuando nos metemos en la cama después de repasar las cien cosas que dejamos sin hacer… otra vez.

Siempre estamos dando examen de conducta. Por eso asombra ver cómo gente que se preparó tantos años para concursar pierde por insuficiencia o faltas a la hora de cubrir las vacantes para Honesto. Quizás la razón se halle en esa certeza oculta de que nosotros sí “somos distintos”.


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