Escaleno I

Texto referido a Canarios de Yasunari Kawabata

I

“Seguramente nunca tendrás que ver mi cara mientras alimento los pajaritos inocentes. Pero si la vieras te darías cuenta del dolor que me causaste.
Hace una semana llegó trayendo estos tristes pájaros y los dejó sobre la mesa de la cocina, como quien se olvida de un paraguas en el ómnibus. Y sé que se los diste tú. El día que resolviste no verlo más yo estaba enfrente de ustedes, por casualidad mirando la amplia ventana detrás de la que estaban sentados uno frente al otro, y vi tu cara, tu expresión casi de desprecio. Por causalidad me detuve allí, esa tarde de calor, deseando un refresco antes de volver a casa. Por casualidad y por desgracia.
Cuánto mejor hubiera sido no haberlos visto.
Pero los vi, y viéndolos entendí esos meses en los que viví atormentada por el esfuerzo de entender qué le pasaba, por qué razón iba constantemente del ánimo festivo y creador a la apatía absoluta. Qué le había hecho yo para que evitara mi mirada algunas mañanas cuando nos enfrentábamos en el desayuno, o la ostensible espalda que me presentaba noche tras noche. Cuánto tiempo estuve tratando de analizar cuál de mis palabras o actitudes lo habían herido. ¿O habría dejado de quererme? Y más importante aún: ¿por qué?
Supe en ese momento que, de allí en más, helada serían la mesa y la cama. Y que si había dejado de quererme era inútil preguntar por qué. Qué supuso él cuando cedió a tu amor, o quizás te asedió hasta conseguirte. ¿Supuso acaso que la casa adonde volvía todos los días seguiría intocada?
Así que volví y casi en el mismo momento en que me puse a llorar, fuera de la vista de la calle concurrida, decidí no hacerme cargo de tu culpa y la de él. Allá ustedes. Decidí que seguiré viviendo como hasta ese día, pero teniendo en cuenta que nada de lo que tengo es para siempre, y que no soy dueña de conservar nada por propia voluntad. Nada, fuera de estos pájaros tristes que terminaron sobre la mesa de mi cocina. Y los conservaré vivos, porque son inocentes, porque dependen de mí y porque me recordarán mientras estén vivos que no tengo más nada que a mí misma”.


No precisó imaginar la frustración que habría sentido cuando pese a saber que era imposible hacerle llegar la esquela a la otra mujer por desconocerlo todo de ella, no pudo (o no quiso) refrenar la necesidad de escribirle. Dobló con cuidado el papel manchado por la humedad y, junto a los otros restos, lo puso dentro antes de cerrar el ataúd.

II

A veces recuerdo aquel hombre con el que salí alguna vez, y todavía me enferma su actitud. Volvió ahora a mi memoria mientras leía el cuento de Hemingway. Regalar canarios, como le dije aquella vez que lo dejé en aquel bar para no volverlo a ver, no es lo más apropiado. Pero quería obligarlo a pensar en alguien más que no fuera él mismo. No sé todavía por qué se me ocurrió que aquello podría enseñarle a ocuparse de otra vida. No sé tampoco si sirvieron para eso. Quizás fui más que cruel con aquellas miniaturas vivientes, y las dejó morir sin prestarles atención. Probablemente su mujer lo haya despedido con canarios y todo. Eso he pensado con el tiempo. ¿Quién podría soportar convivir con un hombre que sólo precisa a alguien a su lado que viva para admirarlo?







1 comentarios:

miker dijo...

Canción

Llueve en este poema
Eduardo Carranza.

Llueve. La tarde es una
hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.

Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.

Yo pienso cae la lluvia
nunca como las frutas.
Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy esta atardeciendo
tu nombre en mi poema.

A veces viene el agua
a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.

Humildemente vuelve
tu despedida triste.
Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto

y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde

 
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