Amigas inseparables

El viento empuja la puerta y ocupa todo el espacio. El perfume de Cristina inunda la cancel, llega antes que ella, la anuncia.

Esta Cristina. Desde que la conozco cuántos perfumes se ha puesto encima… todos distintos pero iguales en lo dulzón, penetrantes que dan asco y se prenden en la casa como a vivir, horas después de que Cristina se ha ido.
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    Como siempre, apurada por ir al baño. Dale andá tranquila que voy a prender la estufa, sí, ya cierro, Cristina. Hace un frío bárbaro. Clavado. De qué otra cosa podría hablar: El frío, la ropa para el frío, la comida para el frío, los medicamentos para el frío y lo bueno que era antes cuando éramos jóvenes y no nos importaba el frío. Ya voy, Cristina, ya prendo la estufa...
    A qué engancha el perchero como siempre con lo que trae colgado, y sí, con una mano el armatoste y con la otra la ruana. No pasa nada, Cristina, si yo no cuelgo ninguna cosa de ahí… No te preocupes. A quién se le ocurre que yo preciso ese monstruo de madera a la entrada… Sólo a ella. Y bueno. Es mi amiga así que ahí lo dejo al monstruo, para que ella tropiece con él, se enrede en él cada vez que viene; espero que se descuajeringue de una vez y pueda tirarlo a la basura ella misma.
    Está bien, Cristina, vamos a la cocina que seguro está más calentito.
    Dónde será mejor poner la estufa, porque si está de frente se quema las rodillas y si la pongo a su espalda se la quema, qué ruidaje, tengo que arreglarle las rueditas. Qué cosa …
    Vení, pasá para el otro lado de la mesa que en poco rato esto se va a poner como un sauna. ¿De qué carta me hablás que no pude oírte con el ruido al mover la estufa?
    Esto me pasa por no prestar atención a todas sus rayas, que si no termino como ella o con la misma depre hace meses que me trae a cuento con lo del gimnasio podríamos ir juntas pero siempre anda con excusas ¿qué? ¿Qué está diciendo? ¿A ver qué es ese papel? Nonó, es imposible. No puede haberle escrito a ella y a mí no. Seguro que es algo que él escribió en aquella época y ésta viene a recordarlo ahora. Cristina está cada vez más loca con la edad.
    No puede ser, Cristina, si nos habían dicho que estaba en aquel barco que se hundió, mija, no puede ser. ¿Le viste bien la fecha vos?
    La muerdo, si vuelve a reír la muerdo, mierda por qué grita Olgaolgaolga como loca, se ríe o llora, me calienta que sacuda el papel en mi cara, ese papel con su letra. ¿De dónde sacó un papel con la letra de él?
    ¡Dámelo! Cómo grita carajo qué manera de gritar esta Cristina qué escándalo… Lo único que falta es que me dramatice un ataque esta loca, cómo es de caprichosa.
    A ver, Cristina, vení, tomá un vaso de agua, no me mires así que no sé qué te pasa, ¡tranquilizate! ¡Si abrís la boca te suelto! ¡Tomá tragá la píldora que te estás poniendo bordó!
    ¡Pa! como se le puso la cara, tipo moretón, un solo moretón grandote, qué cosa, si hasta parece que en vez de ayudar la pastilla le ha hecho peor, ¿no estará haciendo pamento? creo que lo mejor es arrastrarla hasta el dormitorio y que descanse mientras llamo a la emergencia.
    Siempre, dramática para todo, ésta… qué cosa.
    Uff cómo pesa. Si le habré dicho mil veces que… ¡ay! si no le saco los zapatos me ensucia la colcha pero dónde habrá andando con todo este barro y esas medias rotas ella tan chic siempre, que horrible pobre Cristina luego que se reponga le presto unas aunque el pie es muy chiquito quien sabe si le sirven las mías medio estiradas que raro que no se mueve ni un poco a ver ni se queja cuando le pellizco la pierna qué linda es y las mías son flacas sin gracia pero ella… cuándo vienen los de la emergencia, habrán llamado ya los vecinos porque yo supongo que me oyeron gritar, yo no puedo salir ahora, no la voy a dejar sola pobre Cristina mejor le saco el buzo que lindo ha de salir carísimo mirá que ponérselo para venir a verme a mí qué ruido raro hizo ¿a ver? no no, me pareció que se había movido pero se ve que fue un suspiro quien sabe lo que comió esta mujer, mejor le aflojo la cintura del pantalón, mirá, de estos no hay en la feria, qué bárbaro la guita que se pone encima y una con lo de siempre ay cuidado que si la zarandeo se cae al piso está como un peso muerto encima de la cama qué problema me trajo sin querer qué cosa pobre Cristina con lo mucho que me quiere venirle a pasar esto acá que yo no tengo ni donde caerme muerta, bueno en la cama podría ser, justo donde la puse pero qué dirá cuando vea las sábanas viejas ella que tiene unas de seda preciosas y a qué habrá venido justo hoy a medio día seguro que a comer no, y a invitarme tampoco ella ya sabe que yo no voy a los lugares en que ella come ni ella se animaría a venir a donde voy yo, después de todo a ella la roban nada más que por el mantel de tela y a mí me dan de comer riquísimo en la bandejita que me traigo ay, se mueve con un ruido raro, ¿Cristina, Cristina me oís? nada, para mí que algo raro pasa, voy a salir a ver si viene la emergencia, pero… si se despierta y no me ve? mejor me quedo con ella… mirá cómo tiene el brazo esta mujer, tan suavecito y hasta en el codo, si dan ganas de tenerlos así, aunque no sirvan para nada, qué cosa esta Cristina, a qué vendría hoy, seguro que a morirse en casa con esa ropa y esa valija, porque ahora parece que no respira esto sí es complicarme la vida a mí, a ver, ¿qué tiene ahí? lo único que me faltaba, toda esa plata junta y esa ropa, qué la parió, voy a ver si tiene el celular para llamar al marido a que venga a buscarla, disco algún número de esos de emergencia, pero… el marido va a decir que pude llamarlo antes, cuando se desmayó, en vez de andar metiéndola en la cama y mirando qué ropa tenía, es que así se iba a sentir más cómoda digo yo, pero él es hombre y no va a entender nada, qué cosa, y si le dio algo al corazón que andaba tan deprimida, con toda la plata que tiene o tenía bah, porque ahora que la pincho en la espalda ni se queja, para mí que sí, que se fue pal otro barrio y yo acá con todo esto. En fin, vamos a ver qué les digo cuando vengan y no la encuentren porque yo no me puedo quedar con esto acá, como si fuera un oso de peluche gigante, qué va a decir la gente, mejor me fijo cómo la escondo antes de que me vengan a preguntar qué pasó y no me crean nada, que ahora todo el mundo está loco y mata a todo el mundo pero a mí la gorda se me vino encima, con su perfume caro y su ropa lindísima que mirando bien hasta me queda casi como para mí, capaz que me la hubiera regalado… y los zapatos, ah carajos los zapatos son buenísimos pero no me entran esos los tengo que quemar junto con los documentos porque sin documentos no hay cadáver con nombre. Y me voy, porque dicho sea de paso, mientras llegan los de la emergencia siempre que la hayan llamado los vecinos, o el marido que hasta mañana no la va a extrañar si le dijo que venía para acá, puedo probarme la ropa que le saqué, quedarme con lo que me queda bien, y con las tarjetas y el dinero juntar todo y conocer al fin a aquella casa afuera a la que me iba a invitar hace mil años, eso sí estaría bárbaro y a ella le gustaría, también me la llevaría conmigo, no toda, claro, no puedo hacer eso, puedo cortarla con la sierra eléctrica en partes más o menos decentes y quedarme con un pedazo del brazo por si necesito abrir con su mano o cerrar algo para dejar las huellas igual que en las pelis, y después ver como lo desaparezco. Suerte que tiene un auto automático que yo de embragues no sé un pomo, ay esta Cristina, siempre igual, qué cosas me hace hacer, siempre pendiente de si está bien o está mal, venir a llorarme a casa por cualquier peleíta pero se ve que esta vez tenía motivo la gorda, esta vez venía a morirse y yo que no tengo nada para agradecerle así que no está mal que yo aproveche, sé que a ella le gustaría, y al marido ni hablar también le encantaría no verla más, como le ha gritado tantas veces en cualquier lado, le encantaría de veras y ahora se le hizo a ese gran hijo de puta.

    Ayer había una vecina despotricando en el almacén que no se sabía qué se está comiendo cuando come panchos, porque se sabe que le ponen cualquier cosa para aumentarlos. No sé porque, eso me vino a la cabeza ahora que estoy llena de sangre hasta los codos, después de haber fraccionado a Cristina y qué trabajo me dio, y me puse a pensar mientras lavaba la bañera y colgaba en el galpón la sierra que la única forma de saber qué se come una es conociendo al pedazo de carne que va a cocinar. Y eso, mi querida es imposible. Bueno, bastante imposible, porque mirando bien, entre lo que decía la pocha de que no se sabe qué le ponen a la carne y lo que decía ese otro por la tele de que somos lo que comemos, con lo que a mi me gustaría ser como Cristina creo que sé que voy a hacer con ese brazo cuando nos vayamos la ropa, toda esa plata, el resto de Cristina y yo a vivir otra vida, y por fin parecerme a ella para siempre, mi Cristina.


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