A punto

Otra vez, sube y a mí me vienen estas ganas de prenderme del pescuezo del tipo que no sé si bajarme o no. Me bajo, sí. Y llego tarde, no, no puedo bajarme. Ahí pasa para el fondo con el mismo verso de la madre que los abandonó. La niña siempre duerme. Qué hijo de puta, ¿qué le dará para que no lo moleste mientras sube y baja de los ómnibus?
–¡Ese tipo es un delincuente!
Ay ay, cómo me miró esa mujer, sí, mejor me bajo aunque llegue tarde, porque si no puedo aguantar, la puteada es peor.
–Oiga, guarda, ¿me abre la puerta por favor?
Suerte que estoy cerca. Y esa mujer, arrodillada ahí, ¿qué hace? Pero carajos, a los gritos pelados con esa chiquita, no puede ser tan bestia. Ahí en plena calle está a los gritos y la niña… mejor me paro a ver si me ve y no le grita, no, no miro, no puedo ver esto, no puedo ver esto ni imaginar cómo es cuando están solas, como hago para no ver ni oír esto y lo del ómnibus y aquel chiquito que canta ronco cuando sube en el 148, y aquellos que vi en la parada con el nailon, mejor me apuro a llegar así no se dan cuenta, capaz que no me ve nadie cuando marco la tarjeta, y si me apuro puedo cerrar la puerta y no me ven llorar, ni cuando llame a pedir hora para un médico y mientras tanto canto algo que me guste qué puedo cantar en silencio que sea pegadizo ah ya sé aquella de no, no, como un pájaro libre no es pegadiza no quiero no puedo capaz que mejor me voy y pido médico en casa capaz que mejor me voy y no salgo más de casa pero para llegar a casa tengo que tomar otro ómnibus y no puedo imaginar qué pasa si lo vuelvo a pescar al hijo de puta con la niña dopada o esta vez es peor, la miro y me mira y qué hago qué hago por favor qué hago.

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